En mi último viaje a Suecia presencié atónito una escena un tanto surrealista para mi mentalidad mediterránea. Bueno lo de atónito es un decir ya que uno se acostumbra a este tipo de cosas cuanto más tiempo está en el país nórdico.
Estaba con unos amigos cerca de Nyköping cuando nos entraron necesidades mingitorias que no podían postergarse. Así decidimos ir al recurrido McDonald’s de turno para satisfacerlas. Mientras los demás accedían a los servicios, yo, que no iba con tanta urgencia esperé afuera a la entrada de los lavabos sin intuir la escena que iba a presenciar.
En España generalmente los restaurantes (sic) de comida rápida tienen un espacio exterior al aire libre dedicado a los más pequeños para que jueguen y se entretengan que por un lado permite a los padres comer tranquilos y por otro hace las veces de reclamo publicitario para los más pequeños. Ya sabéis: se acaba comiendo dónde diga el niño. Y si hay un parque infantil en condiciones está claro que al infante poco le va a importar nuestra nutrición o nuestra salud estomacal. En Suecia, si se me permite la generalización, suelen estar colocados en el interior. Ya se sabe: el clima condiciona.
El parque infantil de este establecimiento estaba completamente vacío. Dos hermanos rubísimos de corta edad: un niño y su hermana menor que rondarían los 5 y 3 años (uno arriba o abajo) se acercaron para iniciar las actividades lúdicas. En eso la chiquitina se mete en él totalmente despreocupada y ajena a la conducta de su hermano. Este se queda a la entrada mirando con detenimiento el siguiente cartel:
Mira fijamente las normas de uso y ante mi asombro le espeta a su hermana: «Gå ut! Man får inte ha tuggummi där inne» (¡Sal! No se puede comer chicle ahí dentro).
Me quedé anonadado pensando en el criajo tan pendiente de lo que se podía y no se podía hacer. Es cierto: sólo fue un niño. Igual de 100 niños que pasaran por allí únicamente un par habrían actuado así. Sin embargo, es significativa la diferencia de actitud con respecto a España dónde ningún niño (y pocos padres) se habrían parado a leer nada. Mucho menos hacer caso de las normas y más al comprobar que esas en particular incluían:
– Ni zapatos ni joyas ni chicle ni golosinas
– Dejar las pertenencias pequeñas dentro de los zapatos
– Dejar los zapatos en las cajas
– Nada de cinturones ni prendas con cuerdas
– Prohibido subirse al exterior de la estructura o saltar dentro
– No se puede entrar comida ni bebida
– Prohibido fumar o hacer fuego (?????!)
– Prohibido entrar animales
A mí como niño (que fui) mediterráneo (que sigo siendo) se me habrían quitado las ganas de jugar con tantas prohibiciones (de no habérseme quitado ya con tanta lectura).
¿Qué os parece a vosotros? ¿Hay diferencia? ¿Es Suecia una «zona de juegos» o una «zona de leyes» como dice el título?